Lo que he aprendido sobre el ecommerce y emprender desde cero

Hay una frase que repito mucho: hacer ecommerce no es hacer una página web; es construir un negocio completo.

Y esa conclusión no vino de un libro ni de un curso.

Vino de estrellarme, de empezar de cero más de una vez y de redescubrir en el proceso una pasión que, por años, ni siquiera pensé que podía ser mía.

Hoy, cuando miro hacia atrás, veo un recorrido que va desde atender llamadas en un call center de internet hasta dirigir una agencia especializada en Shopify que incluso fue reconocida como Partner Plus exclusivo para Centroamérica y el Caribe.

Y aunque el título suena elegante, lo que realmente hay detrás son aprendizajes que no caducan con el tiempo.

Este artículo no es una línea de tiempo, sino una reflexión atemporal sobre lo que significa encontrar tu propósito en medio de la incertidumbre, equivocarse en industrias que no te apasionan y, finalmente, usar todo ese conocimiento acumulado para crear algo que realmente tenga impacto.

El primer aprendizaje

A los 18 años llegué a Panamá desde Colombia. Sin tiempo para mucho más, empecé a trabajar en telecomunicaciones.

Soporte técnico. Call center.

Señoras llamando porque no podían conectarse a internet con sus modems de 56k.

Podría sonar irrelevante, pero ese fue mi primer gran aprendizaje:

El corporativo puede ser tu universidad pagada.

Escalé posiciones durante casi una década, hasta convertirme en gerente regional de producto.

Y aunque ya estaba cansado de ese mundo de cables y conexiones, descubrí algo que nunca me abandonó: la disciplina, la lógica para resolver problemas y la capacidad de convertir conocimiento técnico en soluciones de negocio.

Mi consejo a quien me lea: no subestimes esa etapa.

El corporativo puede ser frustrante, pero si lo ves bien, es un entrenamiento donde aprendes con recursos que otros ya pagaron.

Si sabes capitalizarlo, algún día lo convertirás en tu ventaja competitiva.

Cambiar de industria puede cambiarte la vida

Cuando decidí dejar las telecomunicaciones, muchos me dijeron que estaba loco.

Pasé a supervisar tiendas físicas en retail, sin experiencia, sin preparación. Me metieron de lleno a manejar vendedores, bodegas, inventarios, cajas.

Y ahí entendí otra verdad: toda industria tiene un lenguaje propio, y cada vez que lo aprendes, tu mente se expande.

Ese cambio de perspectiva me obligó a ver los negocios no como tecnología, sino como comercio real.

Inventario, logística, experiencia del cliente.

Sin eso, da igual lo digital.

Lo irónico es que ese mismo retail me acercó al ecommerce.

Fue ahí donde lancé la primera tienda en línea, enfrentándome a retos tan simples como saber si había stock de una talla, y tan complejos como coordinar toda una experiencia digital que funcionara en un ecosistema inmaduro.

Fracasar temprano es una ventaja

Cuando estuve en este importante retail y abordamos la estrategia de ecommerce por primera vez me estrellé.

No teníamos procesos para inventarios digitales.

No entendíamos que ecommerce no es magia, sino una operación completa.

No estábamos preparados para cumplir lo que prometíamos online.

¿Dolió? Sí.

¿Fue caro?

Pudo ser peor, porque después de tratar de hacer todo solo, me di cuenta que para hacer las cosas bien, especialmente en una empresa con recursos, hay que buscar a los que saben más que tú..

¿Me arrepiento? Para nada.

Ese fracaso fue lo que me permitió que, cuando llegué a uno de los más grandes retailers a nivel nacional años después, tuviera la claridad de qué no hacer:

❌ No lanzar sin inventario confiable.

❌ No pensar que ecommerce es solo un canal más.

❌ No dejar al cliente de último en la lista de prioridades.

❌No tratar de hacer todo solo.

Ahí construimos uno de los ecommerce más sólidos de la región y confirmé una idea que hoy defiendo con vehemencia:

Hacer ecommerce es hacer comercio. Es saber cuánto stock real hay de un producto, es tener claro tu tasa de conversión , es entregar a tiempo en temporada alta y cumplir las promesas que hagas.

Emprender desde el comedor de la casa

En paralelo a mi trabajo en este importante retailer, lancé un proyecto personal con dos socios y amigos:

Meat House, la primera tienda 100% online de carnes y productos para el asado.

No empezó con una gran estrategia ni con un plan de negocios sofisticado.

Empezó con una necesidad personal: quería asar mejores cortes y no había dónde comprarlos fácilmente.

Encontramos un proveedor (el papá de uno de mis socios), montamos una tienda en Shopify y empezamos a vender desde el comedor de mi casa.

El primer año las ventas fueron modestas, unos 70 mil dólares. Al siguiente subimos a 123 mil.

Y cuando llegó la pandemia, la historia dio un giro: con todos encerrados en casa, Meat House fue de las pocas tiendas que podía entregar el mismo día sin caerse.

Ese año facturamos más de un millón de dólares.

Más allá de las cifras, Meat House me enseñó dos cosas:

1. Cuando el ecommerce es tuyo, la teoría desaparece.Un cliente que no recibe su pedido no es una métrica en un dashboard: es una llamada incómoda que tú mismo tienes que atender.

La logística, los métodos de pago y el inventario dejan de ser temas de conversación… y se convierten en el centro de tu vida diaria.

2. La tecnología importa, pero la operación manda. Shopify nos dio velocidad, pero el verdadero reto fue sostener la operación en medio del caos de la pandemia.

Aunque con el tiempo cerramos Meat House, para mí fue una escuela invaluable. 

Pasar de hablar de ecommerce en juntas de directorio a sentirlo en carne propia, con clientes reales, pedidos reales y márgenes ajustados, me dio una perspectiva que ningún libro ni curso podría darme.

Esa experiencia de emprender desde cero me dejó claro que el potencial del ecommerce en la región era enorme.

Esa certeza me dio la convicción para dedicarme a Simplify a tiempo completo.

Simplificar lo complejo

En enero de 2020 fundé Simplify, ya fuera de rol corporativo.

Apenas semanas después llegó la pandemia, y lo que parecía un salto arriesgado, se convirtió en una necesidad urgente para toda la región.

Esa fue la señal definitiva para dedicarme de lleno a Simplify.

No había manera de prever lo que se venía, pero cuando el mundo se encerró, todos los negocios de pronto necesitaron vender online.

Mientras muchas empresas cerraron oficinas, nosotros contratamos gente.

Mientras otros apagaban la luz, nosotros encendíamos la nuestra.

Y aunque el contexto ayudó, lo que realmente hizo la diferencia fue haber entendido antes algo clave:

Shopify no es solo una plataforma, es una filosofía de simplificar lo complejo para que el comerciante se concentre en vender y crecer.

Su premisa es simple pero poderosa: quitar fricciones para que el comerciante pueda enfocarse en vender y crecer, no en pelear con la tecnología.

Esa filosofía la hicimos nuestra en Simplify.

Partner Plus: título y responsabilidad

En 2022, Shopify nos designó como único Partner Plus para Centroamérica y el Caribe.

Muchos lo ven como un reconocimiento. Yo lo veo como una responsabilidad.

Porque ahora, cuando una empresa de la región toca la puerta de Shopify, esa puerta se abre hacia nosotros.

Y con eso viene la presión de estar a la altura de lo que significa ser la extensión de una plataforma que sostiene marcas globales.

Pero también viene la validación de todo el camino recorrido. Desde atender llamadas de soporte hasta asesorar a marcas que mueven millones. Todo se conecta.

Los mitos del ecommerce que hay que derribar

En todos estos años he identificado tres grandes mitos que siguen frenando a emprendedores y empresas:

1. “Ecommerce es fácil porque es digital.”

Falso. Ecommerce es comercio. Inventario, logística, finanzas, servicio al cliente. Lo digital no elimina esas responsabilidades, solo las reorganiza.

2. “Shopify es para negocios pequeños.”

Falso. Hay marcas globales que venden cientos de millones al mes en Shopify. Lo que cambia es la complejidad de la operación, no la plataforma.

3. “Lo importante es cerrar ventas.”

Falso. Lo importante es ganar clientes. Cerrar una venta te da flujo de caja momentáneo. Ganar un cliente te da ingresos recurrentes.

Lo que la industria me ha enseñado 

Si algo me ha enseñado este camino es que el ecommerce es mucho más que un canal de ventas.

Es un redescubrimiento constante: de la empresa, de los clientes y de uno mismo.

En mi caso, después de años en telecomunicaciones, pensé que la tecnología ya no me apasionaba. Pero verla aplicada al comercio, al retail, a experiencias reales, me devolvió la pasión por completo.

Hoy puedo decir que ecommerce no es un sitio web. 

Un ecommerce es un negocio completo dentro del negocio.

Y cuando se gestiona así, deja de ser un dolor y se convierte en motor de crecimiento.

Si estás al frente de ecommerce, pregúntate si tu operación está realmente lista para escalar. Si están construyendo clientes o solo ventas y si tu tecnología facilita o estorba.

Porque la diferencia entre sobrevivir y crecer no está en tener una web, sino en tener un negocio digital que funcione de verdad.

El ecommerce es exigente, pero también es generoso: cada error enseña, cada iteración construye y cada cliente ganado multiplica.

No necesitas hacerlo perfecto desde el inicio, pero sí necesitas la mentalidad de aprender, ajustar y simplificar.

Si lideras ecommerce en retail y te identificaste con estas reflexiones, conversemos. A veces una mirada externa puede ayudarte a destrabar lo que hoy parece un límite.  Te comparto mi agenda.   

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